El Tercer Camino

Cómo fue que uno de los mensajes destinados a dotarnos de osadía, lo entendimos como un cruce de brazos ante la injusticia? En tiempos tan polarizados y conflictivos como los actuales, este mensaje puede ser la respuesta que tanto ansían nuestras sociedades.

Escrito por: María Kamila Buitrago Guerra
Editado por: Denisse Danae Sánchez Sevilla

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La cantidad de veces que he empezado este blog es absurda. Los miedos y sentimientos de inexperiencia e incapacidad me han llevado una tras otra vez a mis rodillas con preguntas como: ¿Quién soy yo para hablar de un mensaje como este? ¿Es relevante? ¿Acaso debería dejar que otro lo haga? Y si es así, ¿Quién? Dios, ¿Por qué yo? Y entonces, recordé. Rostro tras rostro de algunas de las personas que en estos últimos 5 años he conocido.

El rostro de ese niño en un campo de refugiados en Turquía, quien con 5 años de edad pierde su pierna en la guerra en Siria, corriendo tras sus amigos apoyado de una ‘‘muleta’’ hecha con palos. Mi amigo Beko y sus historias de cuántos amigos perdió en la revolución en Egipto y de cómo fue torturado una vez detenido. Se encontraba en mi mente mi amigo Mohamed contándome como su colegio desapareció en cuestión de segundos luego de que una bomba estallara en su vecindario en Siria. Después tenía las lagrimas de mi amiga Dionne relatándome cómo su gente en Canadá sufrió al ser despojados de su cultura indígena y asesinados eventualmente en las escuelas residenciales. Ah! y mi mejor amiga contándome la forma en que tuvo que dejar su casa a los 13 años en la Macarena/Meta porque la guerrilla les quitaría sus tierras si sus papás se atrevían a irse con ella. Uno tras otro. Historia tras historia. Me percaté que me volví confidente del dolor de muchos, de ese tipo que es cargado por corazones reales, con cicatrices imborrables y memorias llenas de trauma.

Comprendí que todas estas dolorosas y horribles historias tenían la violencia como elemento en común. Como nunca antes mis ojos se habían abierto ante las horribles consecuencias de prácticas tan tristemente usadas en nuestro mundo. Asimilé que la violencia no podía ser normal; no debería ser una opción pues sin importar el caso o causa, su fruto siempre era y es inconsideradamente doloroso y destructivo. En la guerra todos perdían y no podía seguir entumecida y paralizada ante algo tan inhumano como lo es el concepto de acabar con la vida de otro.

Por lo mismo, con profunda incertidumbre y mucha sed de verdad, me dirigí a Dios con mi incomodidad, rabia y dolor, producidos el ver a tantos sufriendo. Ante todo lo anterior, comencé a investigar. Llamé a cuanta persona consideré apta para informarme, leí y releí. Entre mi lista se encontraban la Biblia, libros de política y justicia social; las lágrimas y mis oraciones eran mis compañeras diarias. Solo comprendía que muchas cosas estaban mal, pero dentro de todo, no sabía cómo responder correctamente.

Al crecer en un hogar cristiano, desde niña escuché frases como: Kamila, hay que poner la otra mejilla! Corra la segunda milla! Palabras que, según los adultos, Cristo había enseñado, y aunque admiraba la valentía, no dejaban de parecerme injustas y hasta abusivas.

La pasividad que sentía que me ofrecía mi fe, comparada con la violencia, sed de venganza y poder ofrecida en el mundo, no era ninguno el camino que resonaba con mis convicciones. Mi corazón estallaba, no podía simplemente asentir y callar como el resto. ¿Y entonces?, ¿Qué hago? Me pregunté.

En mis intentos por encontrar respuestas, recuerdo estar escuchando un podcast de cómo ser hacedores de paz. En la conversación, una de las invitadas dijo: “Si la gente tan solo supiera lo que de verdad Jesús quiso decir cuando dijo: ‘‘pongan la otra mejilla y ‘‘corran la segunda milla.''”. Seguido a eso, se rió, y entonces, la curiosidad se apoderó de mí hasta que encontré este mensaje, mejor conocido como el tercer camino de Jesús.

Hace dos mil años el pueblo judío se encontraba bajo la ocupación del imperio romano, un imperio cruel y despiadado. En el anterior, nada cercano a la democracia existía, haciendo que los oyentes y seguidores de Cristo fuesen en su gran mayoría, un grupo de esclavos, oprimidos y pobres.

Cuando Cristo les enseña a sus seguidores: "Si alguno te hiere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra" (Mateo 5: 39b) hay un mensaje que aunque antes no había comprendido, hoy intentare explicarles.

Poniéndolos en contexto histórico; los romanos, solo podían usar su mano derecha pues su mano izquierda era la mano que usaban para su higiene personal. Por lo anterior, estos tendían a golpear la mejilla izquierda de un esclavo o judío con el revés de su mano derecha, esto, con la intención de insultar, denigrar y asegurar la brecha de desigualdad entre ambos. Los judíos estaban acostumbrados a ser golpeados de esta manera y por su puesto los romanos a no recibir enfrentamiento de judío alguno, PERO, cuando Cristo propone el poner la otra mejilla, ponía al romano en una situación incomoda e inesperada, ya que no podía usar su otra mano y ahora tenían otra mejilla que golpear.

En esta ocasión usar el revés de la mano no era una opción, por ende, esta vez tendría que golpearlo como un igual, muy probablemente dándole un puñetazo; golpe que solo se permitía entre hombres del mismo nivel. Y, aunque seguía siendo abuso por parte del romano, esta propuesta le cambiaba las reglas del juego al opresor, su arma de humillación y lo enfrentaba con sus acciones de maltrato tan carentes de dignidad.

Cristo no les estaba enseñando a que atacaran, fueran pasivos o siquiera cómplices de la injusticia cometida en su contra. No, Cristo estaba ofreciendo un tercer camino. Una tercera manera de responder. Un camino que aunque no violento, empoderaba a los judíos, devolviéndoles su dignidad como seres humanos tan valiosos como cualquier otro.

Su mensaje era claro: "Defiéndanse, desafíen a sus opresores, hagan valer su humanidad; pero no respondan al opresor de la misma manera. Encuentren una tercera vía que no sea ni sumisión cobarde, ni represalia violenta".

El segundo ejemplo de Jesús de no violencia asertiva se establece en un tribunal de justicia. En este caso Jesús dice: “Y al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, déjale también el manto.” Mateo 5:40.

En esa época los impuestos y los intereses eran extremadamente altos e injustos, debido a esto, muchas personas cayeron en la pobreza, a tal grado que, cuando ya no tenían cómo pagar, eran citados por sus acreedores en tribunales donde eran obligados a pagar con su ropa, si es que eso era lo único que les quedaba.

En esa época los judíos solo se ponían dos capas de ropa. Una vez estas dos faltaran se tenia a un judío desnudo enfrente. La propuesta de Jesús era exactamente esta: Quédense desnudos! Entréguenles todo!.

Es imposible para nosotros pensar que esto podría ser una opción en la actualidad, por lo mismo, insisto que debemos leer las escrituras entendiendo el contexto histórico y la cultura de la época pues de no ser así, jamás cobraría sentido para nosotros.

En esos años, la desnudez era una vergüenza que recaía sobre quien, tanto veía como causaba la desnudez del otro, todo esto debido a lo ocurrido con Noe y sus hijos en Génesis 9:20-27, (lo sé, yo tampoco entiendo). Con lo anterior en mente, cuando el judío entregaba todas sus vestiduras y salia de la corte de tal manera, el deudor ya no era el avergonzado, sino el acreedor. El acto de valentía revelaba lo corrupto, inhumano, quebrado y avaro que era el sistema de intereses de la época a tal punto que, dejaba a las personas revestidas de miseria e indigencia despojándoles hasta de su ropa interior. !Que oportunidad para que el opresor vea lo lejos que ha llegado su codicia! ¡Que manera de enfrentarse a sus consecuencias de una manera tan cruda, pero tan explicita! ¡Una verdadera oportunidad para arrepentirse y cambiar de practicas!.

Es justo esto lo que el tercer camino de Jesús producía, no solo un cambio en la jerarquía de poderes, sino un abrir de ojos también para el opresor.

Ir una segunda milla, el tercer ejemplo de Jesús, toma lugar frente al servicio obligatorio el cual era una característica constante en Palestina desde la época persa hasta la época romana tardía. Quienquiera que se encontrara en la calle podía ser obligado a servir, al igual que Simón de Cirene, quien se vio obligado a llevar la cruz de Jesús en Marcos 15:2.

En la época, los soldados romanos obligaban a civiles constantemente a llevar sus mochilas de 30 a 40kg (sin incluir armas). Sin embargo, lo que hemos pasado por alto en este pasaje es el hecho de que llevar la mochila una segunda milla era una infracción en el código militar romano.

Los soldados podían obligar a los civiles y esclavos a cargar sus mochilas solo una milla (1,60km), pero si lo hacían mas allá de eso, tal acción significaría que su centurión (comandante por cada 100 soldados) los sometiera a multas, azotes y recortes en su racionamiento de comida entre otras cosas. Normalmente, los soldados tendían a obligar a los judíos a que cargasen sus mochilas, pero esta idea de Jesús significaba que no solo no se negarían sino que voluntariamente lo harían una segunda milla. ¿Es esto una provocación? ¿Está insultando acaso la fuerza del soldado? ¿Esta siendo amable? ¿Este civil presentará una denuncia? ¿Estará creando problemas? Desde una situación de impresión servil los oprimidos han vuelto a tomar la iniciativa. Han recuperado el poder de elección. Han desequilibrado al soldado al privarlo de la previsibilidad de la respuesta de su víctima. Estos soldados romanos nunca antes se habían enfrentado a un problema así. Ahora debe tomar una decisión para la que nada en su experiencia previa ha sido preparada. Si ha disfrutado sintiéndose superior a los vencidos, hoy no lo hará ¡Imagínese a un soldado de infantería romano suplicándole a un judío que le devuelva su mochila! El humor de esta escena puede que se nos haya escapado, pero difícilmente podría haber pasado desapercibido para los oyentes de Jesús, quienes debieron estar encantados ante la perspectiva de desconcertar así a sus opresores. Imagine, la sorpresa del soldado cuando en el siguiente marcador de milla, alcanza a regañadientes al judío, civil o esclavo para tomar de vuelta su mochila, a lo que este responde "Oh, no, déjeme llevarla otra milla".

Cabe aclarar que este tercer camino de no violencia que propone Jesús no es opuesto a su mandato de amar a nuestros enemigos, al contrario, creo en un Dios que aunque esta totalmente comprometido con traer paz y justicia a la tierra, también se encuentra interesado por salvar tanto al oprimido como al opresor. Esta forma pacífica y creativa de responder le da la oportunidad al opresor de ser enfrentado ante su propia injusticia con el propósito de guiarlo al camino del arrepentimiento otorgando a su vez valentía a todas las víctimas devolviéndoles así su voz.

Contándoles un poquito acerca de mí, en estos momentos en mi país, Colombia, llevamos dos meses desde que estamos en paro debido a las protestas contra una suma de injusticias ante las cuales el pueblo colombiano ha decidido pararse de frente. Tristemente el uso de la fuerza, la violencia y las armas han sido el pan de cada día, y aunque no es por parte de todos, como nunca este mensaje de no violencia de Jesús ha estado retumbando en mi cabeza.

La respuesta no es salir a vengar las muertes o sufrimiento de nuestros seres amados ni mucho menos quedarnos en casa cruzados de brazos porque los nuestros están bien. No. Estos conflictos y la injusticia en general no son una dicotomía. Hablo de temas complejos llenos de dolor y varias capas de causantes para las cuales necesitamos terceras vías.

Como nos lo enseña Cristo en Mateo 5:39-41; hemos de enfrentar la injusticia de manera no violenta y creativa rectificando la dignidad de los seres humanos, brindando la oportunidad a que los opresores se arrepientan y cambien su manera de actuar. Esto último no está en nuestras manos, pues es la decisión de todo mal obrador cuánto es suficiente. Responder en odio y desde la ira aunque se sienta empoderador al principio, serán solo chispas que, con el tiempo, terminan transformándose en un fuego abrasador que quema a ambas partes.

Por el contrario, si nos permitimos tomar acción desde el amor tanto por el prójimo como por la justicia y la verdad, nuestros resultados serán el fruto de un ciclo de violencia una vez detenido y destinado a no ser ya mas.

Como creyente y seguidora del pacifista más ejemplar que ha existido, por muchos años malentendí y malinterpreté este mensaje. Pensé que todo lo que Dios quería de mí era que orara y esperara pacientemente su segunda venida; hoy sé que aunque estas respuestas son correctas estaban incompletas, pues no es lo único que él quiere de mí.

Debemos estar involucrados en la acción activa y pacifica, de hacer la paz que sin justicia y verdad no tendrá lugar. Jesús nos dice: “Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Mateo 5:9”.

Qué mejor fruto que un grupo de creyentes comprometidos con la justicia y la paz, cuyo mensaje central es el amor al prójimo aun cuando este sea su enemigo. Una colectividad de personas que se niegan rotundamente a responder en violencia y así mismo se niegan con la misma pasión a ser indiferentes ante la injusticia.

¿Y tú? ¿Qué esperas para tomar ese tercer camino? Nunca es demasiado tarde cuando se trata del amor.


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